sábado, 30 de abril de 2011

SOBRE EL HEROE Y SU TUMBA


Por: Emanuel M. Canedo
Siempre que se muere alguien famoso, alguien reconocido, parece consabido que vendrán homenajes, que levantaran muros o estatuas sobre su figura y su genio, cual si el final de la vida de la persona agigantara su figura, puliera los viejos rencores, milagro que sólo la muerte parece lograr en los vivos.
Hoy ha muerto Ernesto Sábato.Para las nuevas generaciones, un escritor de esos viejos, que han vivido la gloria y se han recluido; quizás conocido como el autor de“El túnel” o de “Sobre héroes y tumbas”, meras circunstancias para ilustrar la portada de tantos medios que homenajean a un desconocido.
   Por eso las preguntas serían¿Quién fue Sabato? ¿Qué hizo para volverse humanamente inmortal? Para comenzar, no sólo fue un escritor excelente, sino un intelectual comprometido con los problemas de su tiempo. En muchas ocasiones discutible, pero siempre dispuesto a participar cuando lo llamaran, como en el caso del “Nunca más”,  frase de su creación, actualmente cabecera de quienes luchan por los crímenes de lesa humanidad que cometió la última atroz dictadura argentina.
     Ernesto Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, el 24 de junio de 1911. Además de novelista, fue ensayista que en sus escritos versaba sobre la condición humana, pero también físico y pintor.
    Militó en el movimiento de reforma universitaria en sus primeros años de juventud, para más tarde pasar al partido Comunista, que abandonaría luego de un congreso en Bruselas por miedo a ser enviado al Moscú del Stalinismo sin regresar nunca.
   De vuelta en Argentina, vivió en Córdoba y publicó “El túnel” en 1948 dentro de la revista “Sur”. Esta novela psicológica será una de sus obras más reconocidas, la cual trata de la incomunicación, de la conversión del amor en odio, todo desde una visión pesimista y amarga, donde siempre se sabe quién es el asesino y quién la victima, entre el pintor y la mujer que visita su exposición.  
  En 1955 es nombrado interventor de la revista “Mundo Argentino” por el gobierno de facto de la llamada Revolución Libertadora, cargo al que renunciaría el año siguiente denunciando la aplicación de torturas a obreros militantes.
   No es extraña aún así la colaboración de Sábato con este gobierno de facto ya que, al igual que Jorge Luís Borges, siempre se mostró en contra de la figura de Juan Domingo Perón, pero no así de Evita, a quien reconocía como “la auténtica revolucionaria” dentro del movimiento.
   Pero este mismo Sábato, proveniente del comunismo, se reuniría junto a un grupo de intelectuales que serían recibidos por otro presidente de facto, en este caso Jorge Rafael Videla en 1976, encuentro que le traería muchos ataques de sus fervientes opositores.
   Aún así, se animó en 1979 a publicar “Apologías y Rechazos”, siete ensayos sobre los males de la educación, en los que desafió a la censura impuesta por la dictadura y aceptó en 1983 presidir la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), instituida por el entonces presidente Raúl Alfonsín, a fin de crear un registro de los crímenes, torturas y desapariciones del último golpe militar.
   Esta comisión entregaría en 1984 el informe titulado “Nunca más”, que sería indispensable para el “Juicio a las Juntas Militares” de 1985,  aunque éste fuera posteriormente negado, con el indulto presidencial de los ’90, que el escritor reprocharía furiosamente.
   Durante sus últimos años, establecido en Santos Lugares, Ernesto Sábato ya no podía escribir, pero le leían hasta dormirse por las tardes, manteniendo viva su pasión por las letras. Entre los numerosos galardones que recibió se encuentran el premio Miguel de Cervantes (1984), máximo homenaje de la lengua española, pero no así el Nóbel de Literatura, al que fue sugerido tres veces como candidato. Asimismo, obtuvo sendos Doctorados Honoris Causa de Universidades en Argentina, Italia y España.
    Para algunos será el escritor de la crítica, del análisis, de la profundidad de los túneles en que perderse; para otros el defensor de los derechos humanos, el hombre que escribió la sentencia de las juntas. Habrá también quien lo vea como el obstinado intelectual en contra de la causa de los humildes, que además se juntó con militares. Por mi parte, creo que era humano, un ser de luces y sombras, un escritor digno de lectura, y destaco una frase suya: “Hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, y es no resignarse”. Sigamos este ejemplo, no nos resignemos a ver las cosas, sino a correr el riesgo de vivirlas.

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